Alika se encontraba lista para ir a The Cairo Opera House en la capital egipcia. Los boletos de entrada a la sala de música estaba lista junto con el boleto de avión, su pasaporte se encontraba en la bolsa de mano que hacía juego con el color azul marino de su maleta de viaje. Recargado en ella se encontraba su cello, esperando el gran momento en que él y su dueña se hicieran uno mismo al compás de una melodía de Bach.
Eran las cuatro con cincuenta de la mañana y Alika ya estaba despierta y esperando al taxi que la llevaría de su camper al aeropuerto de Kinshasa. El director de la Orquesta de El Cairo la estaría esperando en la entrada del aeropuerto para ir con ella; ambos viajarían para el concierto. La cellista estaba emocionada ya que sería la primera vez que colaboraría como invitada especial en una Orquesta tan prestigiada como la del Cairo.
El auto pasó por ella a las seis con tres, hicieron treinta minutos al Aeropuerto Internacional de Kinshasa-N'Djili y al salir del taxi pudo encontrar a Jalil en la pequeña puerta de entrada. El chico de 29 años estaba recargado en la pared, vestía un pantalón de mezclilla y una camisa blanca de manga larga, al lado se encontraba una maleta pequeña y un portafolio. Alika supuso que era el director ya que no había nadie más en la entrada.
— ¿Tú eres Jalil, verdad?— dijo en voz muy baja, esperando no errar.
— Y tú Alika, me parece.— dijo el joven con la misma inseguridad.
— Así es. ¿Nos vamos?
—Con gusto, se nos hará tarde si no. ¿Tienes tus papeles en orden? Todo será más fácil si le entregas boleto, pasaporte y las fichas que llenaste al mismo tiempo.
—Sí, lo arreglé todo antes de salir. Espero no entregar mi pase de entrada a la sala de ópera— bromeó Alika.
Siguieron caminando hasta llegar al mostrador de Egypt Air y mostraron sus boletos para obtener su pase de abordar. Depositaron sus maletas en la báscula y las vieron pasar por las bandas negras que las transportan hasta el avión. Jalil tomó su portafolio y Alika su bolsa de mano y se dirigieron hacia la sala de espera. El vuelo partía a las siete cincuenta de la mañana y llegarían al Aeropuerto Internacional del Cairo a las una y veinte de la tarde hora de El Cairo.
Enseñaron al vigilante sus pases de abordar, les hicieron quitarse los zapatos, pasar por un detector de metales, pasar sus pertenencias por un escáner y poner de nuevo todo en su lugar para ahora sí, poder sentarse en las incómodas bancas de espera. Mientras llegaba la hora de partida Alika y Jalil conversaron acerca del programa del concierto, los temas que tocaría, los gustos que tenían en cuanto a música y arte. Jalil encontraba cierta preocupación en los ojos de su compañera de viaje aunque no sabía si era por los nervios de tocar en un lugar con más de dos mil personas, porque aún tenía que comprar un vestido apropiado para aquélla noche o por el viaje en sí pero no se animaba a preguntar
Alika intentaba portarse de forma normal pero de hecho, el director musical estaba en lo correcto, la cellista estaba alterada pero intentó no pensar en su problema y se levantó al escuchar la voz que decía “pasajeros con destino al Aeropuerto Internacional del Cairo, favor de pasar a la puerta seis con su pase de abordar”. Con mano temblorosa entregó su boleto que fue partido en dos por la aeromoza, quien después dijo “Bienvenida a bordo señorita. Que tenga buen viaje”. Alika sólo respondió con una sonrisa y entró al túnel que la llevaba hasta la entrada del avión.
Es bastante bonito, pensó. Los asientos no eran de primera clase pero estaban bastante cómodos. Buscó el número de asiento en boleto y se sentó. Después su compañero se sentó junto a ella y esperó a que el resto de los pasajeros llenaran los lugares disponibles
Una voz fluía por la bocina que estaba sobre la cabeza de los pasajeros y decía “Bienvenidos a bordo damas y cabelleros, soy el capitán Abdel Hadi y mi triupulación y yo esperamos tener un buen viaje hoy. Las condiciones climáticas son excelentes en esta mañana y esperamos llegar a El Cairo a la una y media de la tarde. Cualquier cosa que necesiten, hágansela saber a nuestras sobrecargos que estarán dispuestas a ayudarle. Buen viaje.
“Buen viaje, buen viaje” cómo no, pensaba. Alika se dispuso a dormir durante todo el trayecto pero al escuchar el gruñido de las turbinas no puedo más que esperar a que disminuyera el sonido. Mientras tanto, se asomó por la ventana para ver cómo despegaba el avión pero al sentir el movimiento de las llantas del avión, se paralizó.
Abrochó su cinturón lo más pronto posible y se aferró al asiento con tal fuerza que sus dedos comenzaban a doler. No le importaba lo que pensara Jalil, ella estaba aterrada. Cerró sus ojos y comenzó a sentir la vibración que emitían los neumáticos al rozar con el pavimento a toda velocidad. Sentía que moría.
De pronto, el movimiento se calmó y cuando tuvo suficiente valor para abrir los ojos se dio cuenta de que estaban a miles de pies de altura, Kinshasa ahora era sólo una maqueta bajo ella. Nunca pensó que la vista que tendría en el avión sería tan hermosa. La combinación de colores en tierra era mejor que cualquier cuadro que hubiera visto: algunos todos verdes, cafés, matorrales y árboles parecían haberse combinado para formar una vista impresionante. A su vez, el azul del cielo contrastaba magníficamente con los marrones del suelo y el sol, que comenzaba a salir, proporcionaba un brillo impresionante a la imagen.
Durante el resto del viaje, Alika decidió no perder un segundo de tan extraordinaria experiencia y hasta desabrochó el cinturón para acercarse más a la ventana. Jalil por su parte, leía un par de revistas pero se percató del cambio tan extraordinario de su compañera y no fue sino hasta el final del viaje que se atrevió a hablar.
—¿Cómo te ha parecido el vuelo?
—Impresionante. Pensé que sería lo peor pero no fue así.
—Cuando subimos pensé que correrías para no subir al avión.
—Sí, yo también lo pensé. Pero fue todo lo contrario a lo que imaginaba. Este, mi primer vuelo
es la mejor experiencia de mi vida.